Jason de Caires Taylor: Esculturas submarinas


Jason deCaires





Uno de los más curiosos desarrollos del arte del siglo XXI, probablemente sean las esculturas submarinas de Jason deCaires Taylor (1974). Las ideas de este escultor inglés son descendientes de escultores tales como Christo, Richard Long y Claes Oldenburg, que influyeron en su percepción del arte. Todos ellos se especializan, en efecto, en esculturas o representaciones que jueguen con el espacio abierto, la naturaleza y el medio ambiente como parte integral de la obra. De esta manera, Jason deCaires Taylor decidió realizar sus esculturas submarinas, como una proyección de dicha obra. Como el propio artista expresó a la revista National Geographic (edición en español de enero de 2012): "¿Por qué las he creado? Para mostrar cómo puede lucir una relación simbiótica y sustentable con la naturaleza".


Las esculturas de Jason deCaires Taylor son creadas en cemento marino con pH neutro, para que no resulte dañino para el coral. El trabajo tiene mucho de operación logística: parte con el bosquejo de la obra y de la mejor manera de construir, y luego viene el proceso de transporte e instalación de la obra en su locación submarina final. El propio escultor practica buceo, lo que por supuesto fue el primer puntapié para su idea, y ahora le permite fotografiar su propia obra final: "Cuando está en su lugar, unos seis meses más tarde, la fotografío: es la parte divertida. Pero también representa un reto. El agua salada altera las formas y el clima y la luz son inconstantes".


Como el cemento de las esculturas no es agresivo para el coral, y las esculturas son hundidas en aguas tropicales, resulta obvio que éste termina por tomarse por asalto a las mismas. Parte importante del simbolismo de la obra radica aquí: en la simbiosis entre el coral y el cemento, entre la naturaleza y lo humano. A la larga, todas las esculturas terminarán irreconocibles debajo de una capa de coral. Parte de la gracia es ésa. Salvo que uno considere, con una visión más clásica, que el arte debería aspirar a ser eterno o imperecedero. Como suele suceder, es una cuestión de opiniones.


Si alguien quiere bucear para ir a tomar fotografías submarinas de las esculturas antes de ser devoradas por el coral, el lugar en cuestión es el Cancun's Underwater Museum. Lugar que puede ser visitado sólo por buzos, claro está.


































En este vídeo podéis ver la forma en que Jason deCairel realiza las esculturas y como son introducidas en el mar.




El desconocido (Octavio Paz)



Octavio Paz



La noche nace en espejos de luto.
Sombríos ramos húmedos
ciñen su pecho y su cintura,
su cuerpo azul, infinito y tangible.
No la puebla el silencio:
rumores silenciosos,
peces fantasmas, se deslizan, fosforecen, huyen.
La noche es verde, vasta y silenciosa.
La noche es morada y azul.
Es de fuego y es de agua.
La noche es de mármol negro y de humo.
En sus hombros nace un río que se curva,
una silenciosa cascada de plumas negras.


La noche es un beso infinito de las tinieblas infinitas.
Todo se funde en ese beso,
todo arde en esos labios sin límites,
y el nombre y la memoria
son un poco de ceniza y olvido
en esa entraña que sueña.


Noche, dulce fiera,
boca de sueño, ojos de llama fija y ávida,
océano,
extensión infinita y limitada como un cuerpo acariciado a oscuras,
indefensa y voraz como el amor,
detenida al borde del alba como un venado a la orilla del susurro o del miedo,
río de terciopelo y ceguera,
respiración dormida de un corazón inmenso, que perdona:
el desdichado, el hueco,
el que lleva por máscara su rostro,
cruza tus soledades, a solas con su alma.

Tu silencio lo llama,
rozan su piel tus alas negras,
donde late el olvido sin fronteras,
mas él cierra los poros de su alma
al infinito que lo tienta,
ensimismado en su árida pelea.



Nadie lo sigue, nadie lo acompaña.
En su boca elocuente la mentira se anida,
su corazón está poblado de fantasmas
y el vacío hace desiertos los latidos de su pecho.
Dos perros amarillos, hastío y avidez, disputan en su alma.
Su pensamiento recorre siempre las mismas salas deshabitadas,
sin encontrar jamás la forma que agote su impaciencia,
el muro del perdón o de la muerte.
Pero su corazón aún abre las alas
como un águila roja en el desierto. 



Suenan las flautas de la noche.
El mundo duerme y canta.
Canta dormido el mar;
ojo que tiembla absorto,
el cielo es un espejo donde el mundo se contempla,
lecho de transparencia para su desnudez.


Él marcha solo, infatigable,
encarcelado en su infinito,
como un solitario pensamiento,
como un fantasma que buscara un cuerpo.




Octavio Paz